El otro día participé de un almuerzo con varios desconocidos, entre ellos, un par de chilenos. Sentados a a mi lado había una pareja de viejos (que sospecho que fueron por la comida nomás). La señora -con dedos que parecían morcillas adornadas con anillos- se enteró que el señor que comía frente a ella era chileno y no paraba de decir cosas como que los chilenos son más cultos, tienen un sistema educativo mejor que el uruguayo, bla, bla, bla.
"Es que tu país es mucho mejor que el nuestro, acá estamos mucho más retrasados en la parte educativa." Todo eso se terminó cuando el señor chileno le dijo que en realidad él estaba más conforme con la educación de Uruguay que con la de su país.
Pobre señora, por suerte ahí llegaron las masas y se dedicó a seguir comiendo.
Carta a David Lynch
-
Querido David,
Hoy me siento inclinada a escribirte desde un hueco rojo en donde el tiempo
no es más que una vaga noción y el silencio poliniza todo, con ...