Reconocimiento, cinco minutos de gloria, como le quieran decir.
Supongo que es algo que viene con la edad, esa necesidad de sentir que lo que uno hizo no fue en vano y que a alguien le importa.
Esa esa la idea que me queda después de charlar con algunas personas que se mueren por un mínimo de reconocimiento.
Sí, quizá es un poco triste, pero es un juego en el que uno se presta y se limita a escuchar mientras el otro emite su discurso (generalmente ya estudiado y repetido).
Al menos se sacan las ganas de decir lo que querían.
Me quedo pensando si yo también lo hago. Creo (creo) que no, pero si lo hago, perdón a todos los que me tienen que aguantar. Jeje.
Carta a David Lynch
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Querido David,
Hoy me siento inclinada a escribirte desde un hueco rojo en donde el tiempo
no es más que una vaga noción y el silencio poliniza todo, con ...